miércoles, 19 de junio de 2013

CORRIDO LA RIELERA


'LA RIELERA'



Yo soy rielera y tengo mi Juan, 
el es mi vida yo soy su querer; 
cuando me dicen que ya se va el tren, 
adiós mi rielera ya se va tu Juan. 
Cuando dice el conductor, 
va salir para San Juan, 
le llevo su canastita 
con la que va a refinar. 
Tengo mi par de pistolas, 
con su cachas de marfil, 
para darme de balazos 
con los del ferrocarril. 
Tengo mi par de pistolas 
con su parque muy cabal, 
una para mi querida 
y otra para mi rival. 
Adiós muchachos de Lerdo, 
de Gómez y de Torreón, 
ya se van los garroteros, 
ya se acabo la función. 
Tengo mi par de caballos 
para la Revolución 
uno se llama el Jilguero 
y otro de llama el Gorrión. 
Dicen que los carrancistas 
parecen un alacrán, 
cuando ven a los villistas 
alzan la cola y se van. 
So porque me ves de traje 
crees que te voy a pedir, 
solo quiero prieta chula 
tus favores conseguir. 
Si porque me ves con botas 
piensas que soy melitar, 
soy un pobre rielerito 
del Ferrocarril Central. 

CORRIDO DE EMILIANO ZAPATA

CORRIDO DE EMILIANO ZAPATA

Un día Zapata los llama 
a conferenciar al frente. 
Todos juntos, en Iguala, 
deben hacerse presentes. 
Y cuando hablen han de ser 
razonables y prudentes. 

Como un río caudaloso 
que acelera su corriente 
la tropa marcha de prisa, 
ya desciende la pendiente; 
la va guiando la alborada 
que asoma por el oriente. 

- . - 

Toda Iguala está de fiesta, 
canta alegre el campanario; 
mientras en los tamarindos 
suspenso está el sol de mayo, 
con voz serena a Zapata 
esto le dice Salgado: 

-- Señor general Zapata: 
esta tropa que aquí mira, 
nunca al peligro le teme, 
el nombre de usted la anima; 
y en los combates, cada hombre, 
por cuatro se multiplica. 

La tropa y mis generales 
su nombre y valor admiran, 
y por seguir su palabra 
de sus hogares se olvidan; 
hoy vienen a saludarlo, 
por conocerlo deliran. 

(Habla el general Pantalones) 

Aunque soy chaparrito, 
me llamo Ciriaco Gómez, 
pero el pueblo me ha cambiado 
el nombre de mis mayores, 
y hoy todo mundo me llama 
el general Pantalones. 

Traigo en mi apodo la fama 
como el Tejón Solitario, 
no le temo a la Huesuda 
aunque me enseñe el rosario, 
ni a las velas encendidas 
ni al rezo del novenario. 

(Habla el general Emiliano Zapata) 

-- Ya conocen mi bandera 
muy sencillo es mi programa; 
el campesino reclama; 
desde un principio esta ha sido, 
compañeros, mi proclama. 

Ayudamos a Madero 
a derrocar al tirano, 
ya estando en el candelero 
no quiso darnos la mano, 
hasta que El Chacal su cuero 
puso en venta muy ufano. 

- . - 

Y después del Cuartelazo 
llega a la silla Carranza, 
le tiende el pueblo su brazo, 
en él pone su confianza; 
aunque sea muy poco al paso 
la Revolución avanza. 

Más que Zapata, señores, 
será la Revolución 
la que premie sus valores 
y les dé su galardón, 
por ella pido que un brindis 
hagamos esta ocasión. 

Que estos tamarindos guarden 
en su follaje mi voz, 
que sean fieles testigos, 
lo mismo que el padre sol, 
de todo lo que se ha dicho 
bajo su dulce frescor. 

¡Viva Iguala, compañeros, 
cuna de nuestra Bandera; 
si los viejos insurgentes 
murieron ayer por ella, 
nosotros daremos hoy 
nuestra vida por la tierra!

INSTRUCTIVO COMO HACER UN PAPALOTE

Pasos

  1. 1
    Consigue un pedazo de papel (cualquier color), y cortalo en forma de rombo. A veces es mejor pegar 4 piezas juntas. Pero tienes que pegarlas de la manera correcta. Pega 2 y luego pega las otras 2. Luego pégalas todas juntas.

  2. 2
    Para cortar la forma de un diamante en el papel (si no vas a pegar hojas). corta las 4 esquinas. Deberías de tener la forma de un cuadrado, el papel horizontal.

  3. 3
    Repite el paso 2 pero esta vez con el papel vertical.

  4. 4
    Tienes que atar los dos palos o limpiadores de pipa juntos. Hazlo lo más apretado posible.

  5. 5
    Haz 2 agujeros en el papel en forma de diamante. En la esquina interior en donde se cruzan los dos palos, teje un nudo grueso.

  6. 6
    Usando el otro lado de la cuerda gruesa, haz lo mismo. Luego ata la cuerda cuando ambos lados de la cuerda estén atados.

  7. 7
    Ata una cuerda larga y fuerte en los palos o limpiadores de pipas para formar la cola. Puedes agregar pequeñas tiras de papel al final de esta cola para mejor vista y contrapeso. Lo hace ver más completo.

  8. 8
    Colorea el papalote si lo deseas.
  9. 9
    Encuentra una brisa o algo de viento, pídele a alguien que te ayude a sostener el papalote mientras esperas el viento.

  10. 10
    Diviértete volando tu papalote.

EL LEÓN, PROMETEO Y EL ELEFANTE

 FABULA EL LEÓN, PROMETEO Y EL ELEFANTE



Cierta vez, un León no dejaba de quejarse ante Prometeo. Este le decía:

"Oh Prometeo, me hiciste muy fuerte y hermoso. Dotado de grandes mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en mis patas. Soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al Gallo.

Prometeo escucho, y le dijo:

"¿Por qué me acusas tan a la ligera? ¿No estás satisfecho con todas las ventajas que te he dado? Lo que flaquea es tu espíritu."

El León continuando lamentando su situación, seguía juzgándose, pero ahora, de cobarde, así que decidió poner fin a su vida, pero, en ese instante, llegó el Elefante. Ambos se saludaron y empezaron a conversar. El León, observó que el Elefante movía constantemente sus orejas, asi que de inmediato le preguntó el por qué lo hacia, y el Elefante respondió:

"¿Ves ese minúsculo Insecto que zumba a mi alrededor?, pues, si logra ingresar dentro de mi oído, ¡estoy perdido!."

El León se dijo:

"¿No sería insensato dejarme morir siendo YO mucho más fuerte y poderoso que el Elefante, así como, mucho más fuerte y poderoso es el Gallo contra elMosquito?


Moraleja
Muchas veces, las pequeñas molestias nos hacen olvidar las grandezas que poseemos. Ten fortaleza ante tus adversidades.
 

EL LEÓN Y EL MOSQUITO

FABULA EL LEÓN Y EL MOSQUITO


Cierta vez, un Mosquito se le acercó a un León y le dijo:

"No le tengo miedo señor León, usted no es más fuerte que yo, y si cree lo contrario, demuéstremelo. ¿Que araña con sus garras y muerde con sus dientes? ¡Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón!. Sin duda alguna, YO soy más fuerte que usted, en este mismo momento le desafío a un combate."

Dicho esto, el Mosquito hizo sonar su zumbido y atacó al León picándole muchas veces alrededor de su nariz, donde no tiene pelo. El León muy incomodado, empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que por fin, renunció al combate.

El orgulloso Mosquito hizo sonar nuevamente su zumbido, y voló por doquier alegremente jactándose de su victoria, pero sin darse cuenta, fue a enredarse en la tela de una Araña. En cuestión de segundos, la Araña se acercó al Mosquito atrapado y antes de devorarlo, el Mosquito se dijo:

"Pero que vergüenza conmigo. YO, que he luchado contra los más poderosos y los vencía, voy a perecer a manos de una insignificante Araña."

Moraleja
No importa que tan grandes sean los éxitos en tu vida. Cuida siempre que la dicha por haber obtenido tus éxitos, no arruinen todo.


EL BOMBERO AUXILIAR

Leyenda el Bombero Auxiliar

Cuenta la leyenda que en Estados Unidos, una hogar de familia, comenzó a prenderse fuego de manera repentina. Sus habitantes mayores lograron escapar ya que estaban en la planta baja de la misma. Sus hijos se encontraban en su habitación, la cuál estaba en el piso de arriba, pero no lograban bajar ya que la escalera, la cuál era de madera, se prendió fuego

Leyenda el Bombero Auxiliar

Los bomberos llegaron a la casa a los pocos minutos y comenzaron a tratar de apagar el fuego, pero uno de ellos, al escuchar los gritos de desesperación, corrió hacia dentro y subió las escaleras. Mientras hacia esto la misma se iba cayendo de apoco, cuando logró llegar a los chicos, los llevo hasta la habitación continua que daba a la ventana y los arrojó. Pero el quedó atrapado en el fuego sin lograr escapar.

Se dice que desde ese momento, personas que quedan atrapadas en incendios, ven entrar a un bombero el cuál los contiene, le tapa la boca con un trapo para que no aspiren el tóxico y los tranquiliza hasta que llegan el resto de los bomberos a rescatarlos. Los bomberos de la zona están acostumbrados a esta historia, la cuál la toman con mucho cariño.

EL JINETE SIN CABEZA

Leyenda el Jinete sin Cabeza

Es una historia originada en los años 1776 en Estados Unidos. La leyenda cuenta que un grupo de la armada británica fue asesinados brutalmente, pero uno sólo fue capturado por sus enemigos. Este era el jinete sin cabeza, un alemán contratado para esta guerra. 

Leyenda el Jinete sin Cabeza

El mismo fue decapitado con su propia espada. Desde ese momento se dice que su espíritu ronda buscando cabezas humanas. Este jinete fantasmal es acompañado por su caballo negro, con cola de cabellos de cabezas decapitadas de sus victimas, ojos rojos inyectados de sangre y sangre de sus victimas en patas y cuerpo. El jinete sin cabeza ataca sorpresivamente a sus victimas, ellos escucharán primero un relinche fantasmagórico proveniente de su caballo negro y a los segundos, la victima será sorprendida cuando su cabeza sea decapitada por el jinete sin cabeza de manera brutal y rápida con su espada.

El luego se las pondrá de manera burlona para asustar al resto de los acompañantes de la victima que lograron sobrevivir a este jinete. Luego se escuchará la risa del mismo alejándose y desapareciendo de apoco en la niebla. Esta leyenda fue tan importante en Estados Unidos y en el resto del mundo, que se decidió dar vida a su propia película, titulada como la leyenda "El jinete sin cabeza" la cual fue protagonizada por el famoso actor mundialmente Johnny Deep, una de sus primeras películas que le dio un buen reconocimiento actoral. La película cuenta la leyenda de una forma sumamente original y tenebrosa .

LOS DIOSES DE LA MUERTE

Mito los dioses de la Muerte

Mictlan, o mejor conocido como el inframundo, es el lugar donde van a parar las almas de los muertos. Este sitio inmundo es cuidado y gobernado por Mictlantecuhtli y su esposa Mictecacihuatl. Sin embargo, en la profundidades del inframundo encontramos también muchos otros diosesque habitan sus regiones.

Mito los dioses de la Muerte

Entre ellos, encontramos a IxpuztequeTzontemocChalmecacihuatl y muchos otros. Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl fue la pareja de mas trascendencia en el inframundo, y cuidan el lugar donde llegan los hombres a 'descansar' después de haber entregado tus pertenencias mas valiosas a los dioses.

Mictlantecuhtli es descrito por muchos libros como un cuerpo hecho totalmente de huesos de hombre, una mascara que ocupa toda su cabeza, montando grandes caballos negros que llevan en sus ojos estelas brillantes. Dicen que son una combinación entre murciélago, araña y búho.

THOR EL DIOS DEL TRUENO

Mito Thor el Dios del Trueno


De seguro muchas habrán escuchado hablar de Thor el Dios del trueno, mas que todo por la nueva película en donde aparece una versión heroica de este personaje. Siempre carga consigo su enorme y poderoso martillo, creado por unos enanos llamados Mjolnir, con el cual produce truenos.

Thor el Dios del Trueno

Si Thor pierde el martillo y lo necesita, este regresa a el mágicamente. También es conocido que puede duplicar, ya de por si su poderosa fuerza, usando un cinturón mágico. Su nemesis (mayor enemigo) es la Serpiente del Mundo, que vivía en el océano que rodeaba la tierra de Midgard.

La historia cuenta que Thor fue enviado una vez para atrapar y derrotar a la Serpiente del Mundo. Fue entonces disfrazado con un pescador y se subió a un barco pesquero junto Hymir. Con una carnada logró atraer a la serpiente. Cuando estaba cargando su martillo para matarla, Hymir cortó la soga y la bestia escapó. Dicen que representaba al campeón de hombres y dioses, y sin el la tierra de Midgard quedaría en manos de los malvados.

EL ANGEL

El ángel




Cada vez que muere un niño bueno, baja del cielo un ángel de Dios Nuestro Señor, toma en brazos el cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas blancas, emprende el vuelo por encima de todos los lugares que el pequeñuelo amó, recogiendo a la vez un ramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que luzcan allá arriba más hermosas aún que en el suelo. Nuestro Señor se aprieta contra el corazón todas aquellas flores, pero a la que más le gusta le da un beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar en el coro de los bienaventurados.
He aquí lo que contaba un ángel de Dios Nuestro Señor mientras se llevaba al cielo a un niño muerto; y el niño lo escuchaba como en sueños. Volaron por encima de los diferentes lugares donde el pequeño había jugado, y pasaron por jardines de flores espléndidas.
-¿Cuál nos llevaremos para plantarla en el cielo? -preguntó el ángel.
Crecía allí un magnífico y esbelto rosal, pero una mano perversa había tronchado el tronco, por lo que todas las ramas, cuajadas de grandes capullos semiabiertos, colgaban secas en todas direcciones.
-¡Pobre rosal! -exclamó el niño-. Llévatelo; junto a Dios florecerá.
Y el ángel lo cogió, dando un beso al niño por sus palabras; y el pequeñuelo entreabrió los ojos.
Recogieron luego muchas flores magníficas, pero también humildes ranúnculos y violetas silvestres.
-Ya tenemos un buen ramillete -dijo el niño; y el ángel asintió con la cabeza, pero no emprendió enseguida el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba un silencio absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando en el aire por uno de sus angostos callejones, donde yacían montones de paja y cenizas; había habido mudanza: se veían cascos de loza, pedazos de yeso, trapos y viejos sombreros, todo ello de aspecto muy poco atractivo.
Entre todos aquellos desperdicios, el ángel señaló los trozos de un tiesto roto; de éste se había desprendido un terrón, con las raíces, de una gran flor silvestre ya seca, que por eso alguien había arrojado a la calleja.
-Vamos a llevárnosla -dijo el ángel-. Mientras volamos te contaré por qué.
Remontaron el vuelo, y el ángel dio principio a su relato:
-En aquel angosto callejón, en una baja bodega, vivía un pobre niño enfermo. Desde el día de su nacimiento estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudo hacer en su vida fue cruzar su diminuto cuartucho sostenido en dos muletas; su felicidad no pasó de aquí. Algunos días de verano, unos rayos de sol entraban hasta la bodega, nada más que media horita, y entonces el pequeño se calentaba al sol y miraba cómo se transparentaba la sangre en sus flacos dedos, que mantenía levantados delante el rostro, diciendo: «Sí, hoy he podido salir». Sabía del bosque y de sus bellísimos verdores primaverales, sólo porque el hijo del vecino le traía la primera rama de haya. Se la ponía sobre la cabeza y soñaba que se encontraba debajo del árbol, en cuya copa brillaba el sol y cantaban los pájaros.
Un día de primavera, su vecinito le trajo también flores del campo, y, entre ellas venía casualmente una con la raíz; por eso la plantaron en una maceta, que colocaron junto a la cama, al lado de la ventana. Había plantado aquella flor una mano afortunada, pues, creció, sacó nuevas ramas y floreció cada año; para el muchacho enfermo fue el jardín más espléndido, su pequeño tesoro aquí en la Tierra. La regaba y cuidaba, preocupándose de que recibiese hasta el último de los rayos de sol que penetraban por la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueños, pues para él florecía, para él esparcía su aroma y alegraba la vista; a ella se volvió en el momento de la muerte, cuando el Señor lo llamó a su seno. Lleva ya un año junto a Dios, y durante todo el año la plantita ha seguido en la ventana, olvidada y seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a la basura de la calle. Y ésta es la flor, la pobre florecilla marchita que hemos puesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado más alegría que la más bella del jardín de una reina.
-Pero, ¿cómo sabes todo esto? -preguntó el niño que el ángel llevaba al cielo.
-Lo sé -respondió el ángel-, porque yo fui aquel pobre niño enfermo que se sostenía sobre muletas. ¡Y bien conozco mi flor!
El pequeño abrió de par en par los ojos y clavó la mirada en el rostro esplendoroso del ángel; y en el mismo momento se encontraron en el Cielo de Nuestro Señor, donde reina la alegría y la bienaventuranza. Dios apretó al niño muerto contra su corazón, y al instante le salieron a éste alas como a los demás ángeles, y con ellos se echó a volar, cogido de las manos. Nuestro Señor apretó también contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la besó, infundiéndole voz, y ella rompió a cantar con el coro de angelitos que rodean al Altísimo, algunos muy de cerca otros formando círculos en torno a los primeros, círculos que se extienden hasta el infinito, pero todos rebosantes de felicidad. Y todos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado y la pobre flor silvestre que había estado abandonada, entre la basura de la calleja estrecha y oscura, el día de la mudanza.

EL REY Y LA RANA

El rey rana

En aquellos remotos tiempos, en que bastaba desear una cosa para tenerla, vivía un rey que tenía unas hijas lindísimas, especialmente la menor, la cual era tan hermosa que hasta el sol, que tantas cosas había visto, se maravillaba cada vez que sus rayos se posaban en el rostro de la muchacha. Junto al palacio real extendíase un bosque grande y oscuro, y en él, bajo un viejo tilo, fluía un manantial. En las horas de más calor, la princesita solía ir al bosque y sentarse a la orilla de la fuente. Cuando se aburría, poníase a jugar con una pelota de oro, arrojándola al aire y recogiéndola, con la mano, al caer; era su juguete favorito.

Ocurrió una vez que la pelota, en lugar de caer en la manita que la niña tenía levantada, hízolo en el suelo y, rodando, fue a parar dentro del agua. La princesita la siguió con la mirada, pero la pelota desapareció, pues el manantial era tan profundo, tan profundo, que no se podía ver su fondo. La niña se echó a llorar; y lo hacía cada vez más fuerte, sin poder consolarse, cuando, en medio de sus lamentaciones, oyó una voz que decía: “¿Qué te ocurre, princesita? ¡Lloras como para ablandar las piedras!” La niña miró en torno suyo, buscando la procedencia de aquella voz, y descubrió una rana que asomaba su gruesa y fea cabezota por la superficie del agua. “¡Ah!, ¿eres tú, viejo chapoteador?” dijo, “pues lloro por mi pelota de oro, que se me cayó en la fuente.” - “Cálmate y no llores más,” replicó la rana, “yo puedo arreglarlo. Pero, ¿qué me darás si te devuelvo tu juguete?” - “Lo que quieras, mi buena rana,” respondió la niña, “mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas; hasta la corona de oro que llevo.” Mas la rana contestó: “No me interesan tus vestidos, ni tus perlas y piedras preciosas, ni tu corona de oro; pero si estás dispuesta a quererme, si me aceptas por tu amiga y compañera de juegos; si dejas que me siente a la mesa a tu lado y coma de tu platito de oro y beba de tu vasito y duerma en tu camita; si me prometes todo esto, bajaré al fondo y te traeré la pelota de oro.” – “¡Oh, sí!” exclamó ella, “te prometo cuanto quieras con tal que me devuelvas la pelota.” Mas pensaba para sus adentros: ¡Qué tonterías se le ocurren a este animalejo! Tiene que estarse en el agua con sus semejantes, croa que te croa. ¿Cómo puede ser compañera de las personas?

Obtenida la promesa, la rana se zambulló en el agua, y al poco rato volvió a salir, nadando a grandes zancadas, con la pelota en la boca. Soltóla en la hierba, y la princesita, loca de alegría al ver nuevamente su hermoso juguete, lo recogió y echó a correr con él. “¡Aguarda, aguarda!” gritóle la rana, “llévame contigo; no puedo alcanzarte; no puedo correr tanto como tú!” Pero de nada le sirvió desgañitarse y gritar ‘cro cro’ con todas sus fuerzas. La niña, sin atender a sus gritos, seguía corriendo hacia el palacio, y no tardó en olvidarse de la pobre rana, la cual no tuvo más remedio que volver a zambullirse en su charca.

Al día siguiente, estando la princesita a la mesa junto con el Rey y todos los cortesanos, comiendo en su platito de oro, he aquí que plis, plas, plis, plas se oyó que algo subía fatigosamente las escaleras de mármol de palacio y, una vez arriba, llamaba a la puerta: “¡Princesita, la menor de las princesitas, ábreme!” Ella corrió a la puerta para ver quién llamaba y, al abrir, encontrase con la rana allí plantada. Cerró de un portazo y volviese a la mesa, llena de zozobra. Al observar el Rey cómo le latía el corazón, le dijo: “Hija mía, ¿de qué tienes miedo? ¿Acaso hay a la puerta algún gigante que quiere llevarte?” - “No,” respondió ella, “no es un gigante, sino una rana asquerosa.” - “Y ¿qué quiere de ti esa rana?” - “¡Ay, padre querido! Ayer estaba en el bosque jugando junto a la fuente, y se me cayó al agua la pelota de oro. Y mientras yo lloraba, la rana me la trajo. Yo le prometí, pues me lo exigió, que sería mi compañera; pero jamás pensé que pudiese alejarse de su charca. Ahora está ahí afuera y quiere entrar.” Entretanto, llamaron por segunda vez y se oyó una voz que decía:

“¡Princesita, la más niña, Ábreme! ¿No sabes lo que Ayer me dijiste Junto a la fresca fuente? ¡Princesita, la más niña, Ábreme!”

Dijo entonces el Rey: “Lo que prometiste debes cumplirlo. Ve y ábrele la puerta.” La niña fue a abrir, y la rana saltó dentro y la siguió hasta su silla. Al sentarse la princesa, la rana se plantó ante sus pies y le gritó: “¡Súbeme a tu silla!” La princesita vacilaba, pero el Rey le ordenó que lo hiciese. De la silla, el animalito quiso pasar a la mesa, y, ya acomodado en ella, dijo: “Ahora acércame tu platito de oro para que podamos comer juntas.” La niña la complació, pero veíase a las claras que obedecía a regañadientes. La rana engullía muy a gusto, mientras a la princesa se le atragantaban todos los bocados. Finalmente, dijo la bestezuela: “¡Ay! Estoy ahíta y me siento cansada; llévame a tu cuartito y arregla tu camita de seda: dormiremos juntas.” La princesita se echó a llorar; le repugnaba aquel bicho frío, que ni siquiera se atrevía a tocar; y he aquí que ahora se empeñaba en dormir en su cama. Pero el Rey, enojado, le dijo: “No debes despreciar a quien te ayudó cuando te encontrabas necesitada.” Cogióla, pues, con dos dedos, llevóla arriba y la depositó en un rincón. Mas cuando ya se había acostado, acercóse la rana a saltitos y exclamó: “Estoy cansada y quiero dormir tan bien como tú; conque súbeme a tu cama, o se lo diré a tu padre.” La princesita acabó la paciencia, cogió a la rana del suelo y, con toda su fuerza, la arrojó contra la pared: “¡Ahora descansarás, asquerosa!”

Pero en cuanto la rana cayó al suelo, dejó de ser rana, y convirtióse en un príncipe, un apuesto príncipe de bellos ojos y dulce mirada. Y el Rey lo aceptó como compañero y esposo de su hija. Contóle entonces que una bruja malvada lo había encantado, y que nadie sino ella podía desencantarlo y sacarlo de la charca; díjole que al día siguiente se marcharían a su reino. Durmiéron se, y a la mañana, al despertarlos el sol, llegó una carroza tirada por ocho caballos blancos, adornados con penachos de blancas plumas de avestruz y cadenas de oro. Detrás iba, de pie, el criado del joven Rey, el fiel Enrique. Este leal servidor había sentido tal pena al ver a su señor transformado en rana, que se mandó colocar tres aros de hierro en tomo al corazón para evitar que le estallase de dolor y de tristeza. La carroza debía conducir al joven Rey a su reino. El fiel Enrique acomodó en ella a la pareja y volvió a montar en el pescante posterior; no cabía en sí de gozo por la liberación de su señor.

Cuando ya habían recorrido una parte del camino, oyó el príncipe un estallido a su espalda, como si algo se rompiese. Volviéndose, dijo:

“¡Enrique, que el coche estalla!” “No, no es el coche lo que falla, Es un aro de mi corazón, Que ha estado lleno de aflicción Mientras viviste en la fontana Convertido en rana.”

Por segunda y tercera vez oyóse aquel chasquido durante el camino, y siempre creyó el príncipe que la carroza se rompía; pero no eran sino los aros que saltaban del corazón del fiel Enrique al ver a su amo redimido y feliz.